Estas en
Portada » Tienda » Mis Notas Personales » Página 3
La identidad de un hombre de letras no viene formateada necesariamente en el ADN. Más bien se forja en una formación personal, en una percepción de las cosas, en una curiosidad natural de ver y describir, lo que uno interpreta cuando ve y, particularmente, de una pasión por las letras.
Pelota y Pie, futbol, “dinámica de lo impensado” como dijo Dante Panzeri, es cultura y es pasión, otorga una interesante percepción social del juego, de su entorno, del impacto que tiene sobre los individuos, sobre los mercados, sobre los medios, e incluso sobre la política.
Lo notable de la evolución es que empiezan a aparecer escritores con otras habilidades. Veamos el escenario: concentración de los grandes sellos, libros digitales en franco crecimiento, Amazon penetrando en dispositivos globales, piratería, redes sociales, pequeñas librerías en crisis, pocos autores saltando al estrellato. Sin ingenio y algo de temple, estarás perdido.
En los tiempos que corren, los escritores estamos signados por las dificultades propias del mercado. Resulta imprescindible separar la industria editorial del escritor, que en la cadena de valor es apenas un proveedor de materia prima. Claro que su participación en la torta es inversamente proporcional a lo que recibe.
Virginia Woolf no fue una escritora convencional. A comienzos del siglo XX se codeaba con cierta elite intelectual inglesa que conformaba, un poco en secreto y otro poco porque valía la pena mantenerlo en el misterio, El Círculo Bloomsbury, que incluía a John Maynard Keynes y a E. M. Forster entre otros. Ese sería el caldo en el que se cocería el paradigma de la autoedición.
Pandemia y literatura parecen dos términos antagónicos, y lo son en cierta forma, aunque han sido obligados a la convivencia por fatalidad biológica, las consecuencias inevitables todavía hay que seguir sufragándolas, quién sabe hasta cuándo.
Dijo Joanne Rowling: “Todavía no me he olvidado de lo que se siente cuando no sabes si vas a tener suficiente dinero para pagar las facturas”. Esta frase marca el carácter de una persona que rascó el fondo del tarro antes de acceder al consejo de esconder su nombre de mujer en un gris seudónimo, que le permitiera a su editor convertir la historia de un aprendiz de brujo en un negocio multimillonario.
Roberto Arlt es la confirmación de la regla que sostiene el oficio de escritor como un don que quienes lo ejercemos, debemos honrar poniendo todos…
Gleizer no terminó la primaria, carecía de una formación, aunque fuera informal, que tuviese un acercamiento académico a las letras. Simplemente amaba los libros.
Hablamos de Borges, regalando su primera obra. Esos ejemplares hoy son tesoros de coleccionistas. Quienes los poseen o los comercializan, los tratan como incunables. La falta de un editor puso en crisis la distribución del libro, y la publicidad del mismo a la hora de la venta; el autor debía ocuparse de estos asuntos, lo que no parece ser un tema menor, aunque en aquellos tiempos eran moneda corriente.