El escritor consagrado contempla la venta de su obra como a la distancia, o eso parece. Hoy no se puede quedar quieto, porque puede caer víctima de la oferta y la demanda, de la sobreproducción de libros para estanterías rígidas que tienen planificados los huecos donde se va a ir exhibiendo lo que está saliendo hoy.
Un informe de 2018 decía que cerca de la mitad de los ejemplares editados y distribuidos en librerías eran devueltos o llevados a mesas de saldos con anticipación.
Hay más libros que lectores. No es el talento lo que marca la diferencia, de hecho, hay infinidad de intelectuales dispersos que ni siquiera reciben la gracia de la lectura cuando envían su obra a una editorial. Se imponen tiempos de trabajo por afuera del procesador de texto, y lo mejor es prepararse para conseguir la fidelidad del lector.
Si el escritor no se siente capaz de dejarse morir de hambre, debe cambiar de oficio. La verdad del escritor no coincide con la verdad de quienes reparten el oro.
Camilo José Cela
Escritor en movimiento
Según la Cámara del libro, la publicación promedio durante 2020 tuvo una tirada de alrededor de 1500 ejemplares. El cuadro 01 muestra cómo se construye esa tirada. Básicamente, lo que hay que saber, es que es muy difícil vivir de la obra y que hay una inmensa mayoría de autores que no salva los gastos.
En la meticulosa escala de los fines y los medios, en lo más alto está el negocio y el medio de cambio es el escritor. Para ser concreto: se publica para hacer dinero, no para fortalecer la cultura y el manejo del idioma… Libro que no se lee lo suficiente para generar ingresos, va a la mesa de saldos o a devolución.
No es bueno ni malo. Es irremediable.
Lo notable de la evolución es que empiezan a aparecer escritores con otras habilidades. Veamos el escenario: concentración de los grandes sellos, libros digitales en franco crecimiento, Amazon penetrando en dispositivos globales, piratería, redes sociales, pequeñas librerías en crisis, pocos autores saltando al estrellato.
Resulta que existe una generación de escritores independientes que no se dan por vencidos. Aparecen servicios editoriales orientados a un mercado interesante, donde abrevan lectores dispuestos a bucear por nuevos océanos. Dunken, Autores de Argentina, Tinta Libre, Imaginante, entre otras; ofrecen impresiones pequeñas y toda la fuerza de apoyo: diseño de portada, maquetado, trámites ante la Cámara del Libro, distribución acotada y venta del libro en sus propias tiendas, más la difusión en sus redes sociales y página web y la participación en la Feria del Libro de Buenos Aires.
En todos estos casos, el inversor es el propio autor.
Emprendedor o autoeditor
Existe una figura incipiente relacionada con los tiempos que corren y es la del escritor emprendedor. Es decir, aquel que se siente capaz de tomar su obra y ocuparse de alguna o varias fases del proceso. Invierte o busca inversores entre familiares y/o amigos.
Armar la propia tienda del escritor tiene sus atractivos. A la manera de Florencia Bonelli, que linkea sus libros con las tiendas de Tematika.com, Cúspide, Librería Hernández y SBS Librería Internacional o de Dan Brown que tiene su web conectada con Penguin Random House, el escritor emprendedor tiene su página web.
En muchos casos abre su propia tienda con medios de pago y se ocupa en persona de las redes sociales para promocionar sus libros.
Tendrá que hacer prensa y presentarse por sí mismo en programas de radio, contactar periodistas o influencers para que lo ayuden con la difusión. Acaso encontrar lectores por caminos alternativos. Hay ferias itinerantes de la economía social que permiten exponer y vender libros.
La respuesta a las dificultades para conseguir un editor, o el dinero para financiar una tirada pequeña de impresiones, no puede ser sepultar la obra en el fondo del cajón. Hay que usar el ingenio. Dicen que un autoeditor que vende 300 ejemplares es un éxito arrasador. Con un precio de tapa de $1000 juntará para salvar los gastos apenas.
Estimado autor, el punto final de tu obra, es apenas el comienzo. No bajes los brazos, vale la pena.
Imagen de portada: Foto de Ron Lach en Pexels
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