Dijo Joanne Rowling: “Todavía no me he olvidado de lo que se siente cuando no sabes si vas a tener suficiente dinero para pagar las facturas”. Esta frase marca el carácter de una persona que rascó el fondo del tarro antes de acceder al consejo de esconder su nombre de mujer en un gris seudónimo, que le permitiera a su editor convertir la historia de un aprendiz de brujo en un negocio multimillonario.
Joane Rowling como tantos otros
En esta serie de notas que podría definir como autoayuda para escritores, llegó el momento de hablar del epítome del destino literario. Hablamos de Joanne Rowling, una maestra de inglés nacida en Yate (South Gloucestershire), que antes de convertirse en J. K. Rowling, la autora de la saga Harry Potter, estuvo desempleada, llegó a vivir de los subsidios del estado, y caminó por la cornisa del suicidio de la que se rescató por su hija Jessica quien le dio las fuerzas para salir de la depresión.
Me gustaría ser recordada como alguien que hizo lo mejor que pudo con el talento que tuvo.
J K Rowling
Mientas atravesaba un duro y conflictivo divorcio, en 1994, se tomó el trabajo de escribir sistemáticamente en las mesas de varios cafés locales, porque Jessica solo podía dormir cuando salían del departamento en que vivían.
En 1995, Joane Rowling finalizó su manuscrito, había nacido Harry Potter y la piedra filosofal. La tecleó en una vieja máquina de escribir alternando su trabajo todavía ad honorem como escritora full time, con su trabajo ad honorem como madre full time.
Alguna vez, ya consagrada, dijo: No creo en el destino, sino en el trabajo duro y en la suerte. Lo primero suele conducir a lo segundo.
La letra histórica dice que luego de dar vueltas sin éxito, consiguió que la agencia Christopher Little Literary Agents aceptara representarla. Le asignó a una lectora, Bryony Evans, quien terminó en verdad cautivada por el relato y con solo tres capítulos leídos le recomendó al editor darle curso a la novela.
Potter y el sacrificio necesario para existir
El libro fue enviado a doce editoriales, las doce sombras de Potter que titulan esta nota, las cuales rechazaron el manuscrito. Vieja historia, el destino de cada uno de nosotros puesto al escrutinio subjetivo de un observador comercial, y en este caso, metiendo la pata hasta la ingle.
Un año más tarde, recibió por fin la aprobación y un adelanto de 1500 £ del editor Barry Cunningham para Bloomsbury, una pequeña editorial británica de Londres (Inglaterra). Cuenta la leyenda, que la verdadera artífice del éxito fue la hija de ocho años del editor, Alice, a quien el padre le dio a juzgar el primer capítulo.
El mensaje de esta anécdota para escritores y editores es muy simple, dale a tu lector ideal tu novela y él te dirá si tienes un diamante o un perro en tu escritorio.
Sin embargo, el presidente de Bloomsbury tuvo la intuición de que los lectores más jóvenes tendrían reparos en comprar libros escritos por una mujer y le pidió que utilizase dos iniciales y no su nombre de pila, es decir que escondiera su condición de género. Algo incomprobable y que afortunadamente no podría suceder hoy.
Joanne Rowling no tuvo elección y aceptó el reto. Eligió la letra K como su segunda inicial en honor a su abuela paterna Kathleen y se transformó en J. K. Rowling, quien hoy es la duodécima mujer más rica en el Reino Unido, cuadragésimo puesto en la lista de las celebridades más poderosas según Forbes y Personaje del Año 2007 para la revista Time.
Como en otras notas de este blog, no hay escritor sin talento y creatividad, pero es difícil alcanzar el éxito sin persistencia, tenacidad y determinación.
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