Los oficios literarios están cambiando. Muchos escritores empezamos a salir del rol excluyente de empujar las teclas y elaborar textos. Con el mercado editorial en crisis, los cambios en los hábitos de lectura y la economía propia de los lectores, nos vemos obligados a abandonar viejos hábitos como el de esperar que un agente literario o un editor se ocupe de descubrirnos.
Oficios de la oferta y la demanda
Hubo un tiempo en que el escritor forjaba su reputación escribiendo sus mejores párrafos, a los que un editor, simplemente, aprobaría y daría curso si es que la obra resultaba merecedora de publicación. Los atributos esperables siempre fueron los mismos, una sintonía fina entre el conocimiento máximo de los lectores y las ecuaciones de retorno económico.
La sofisticación fue evolucionando hacia trabajos que suponen valor agregado, como lectores profesionales y correctores ortotipográficos y de estilos, en ocasiones sufragados por las editoriales, pero a veces por los propios autores que querían llegar al editor con textos más estéticos y eficientes. La idea era optimizar al máximo la calidad de lo escrito.
El arte de escribir historias está en saber sacar de lo poco que se ha comprendido de la vida todo lo demás; pero acabada la página se reanuda la vida y uno se da cuenta de que lo que sabía es muy poco.
Italo Calvino
Un librero, estaba atento a los lanzamientos, entendía claramente su demanda, conocía a sus lectores porque hablaba con ellos, y los guiaba de acuerdo a ciertas características, en la elección del libro que les iba a vender. Los oficios de la demanda fueron quedando en manos de las cadenas de librerías, que pusieron distancia en el servicio de recomendación, rol que quedó en manos de los departamentos de marketing y comunicación de las editoriales.
La internet, la crítica literaria y el periodismo cultural hicieron el resto. Todo se redujo a transacciones, sin magia, con reglas más afectas a las duras disciplinas de la economía que a las estéticas reglas del arte. Las gigantografías y el category management, el espacio disponible, en fin, como en un supermercado, el libro fue dejando de ser un objeto de valor artístico para transformarse en un producto.
Reingeniería personal del escritor actual
A fuerza de empezar a entender esta dinámica, los escritores vamos sacudiendo la modorra y buscándole la vuelta al asunto. Entre los oficios que tenemos que asumir los escritores, están el scouting y el agente literario. En ambos casos, reemplazados por la iniciativa propia y el entrepreneur, como ya mencioné en una nota anterior. Tenemos que salir a buscar opciones si es que no somos poseedores de un nombre consolidado. Y cuando no conseguimos que nos atiendan los editores de las grandes ligas, llega el momento de ejecutar el plan B.
Han proliferado los servicios editoriales como Dunken y Autores de Argentina entre otros. El nuevo rol de escritor — autoeditor tiene variantes interesantes y para todos los presupuestos. Estas empresas, se ocupan de imprimir tiradas pequeñas, distribuir, promocionar, hacer el diseño de portada y de interior del libro, de los trámites ante la Cámara del Libro, de la difusión en sus redes sociales y página web y en algunos casos hasta de la participación en la Feria del Libro de Buenos Aires.
Otra alternativa es la contratación de una imprenta, lo que requiere de obtener un diseñador de tapa e interiores que transforme nuestro proyecto en una obra como la soñamos. El ahorro es considerable, en especial si se consigue un diseñador free lance en una página como Workana. Y ya que hablamos de presupuestos, un escritor tendrá un perfil en varias redes sociales y si le da el cuero, un community manager; o deberá hacer sus propios post y jugar en Facebook, Tweeter, Instagram, etc., para lograr un mínimo conocimiento de su nombre.
En Conclusión
Como mencioné al comienzo de la nota, los oficios literarios están mutando. Que nos encuentre plenos de creatividad y buen humor, dependerá el destino de nuestros textos, porque además de todo lo mencionado, nos tenemos que hacer un espacio para la creación literaria y la escritura, que es la parte del oficio que no podríamos sustituir.
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