El fútbol en la literatura ha sido motivo de las inspiraciones más finas y apasionadas de algunos escritores. Sacheri y Galeano se han solazado haciendo gala de sus propios conocimientos deportivos, para enfrentar la dura faena de la producción literaria.
Deporte en la literatura como camino de doble vía
Varias veces ocurrió que un autor tuvo que inventar un deporte que describiera una sociedad, una cultura y una forma de ver la realidad. El primer recuerdo que tengo proviene de la novela El Rostro, de Jack Vance, publicada en 1979. El relato incluía un juego llamado Hadaul, que contiene violencia con cuchillos, palos, látigos y la pasión por la muerte como el verdadero motivo de la popularidad.
Solo la literatura puede convertir algo tan siniestro en mágico. Si no, que lo diga J.K. Rowling, autora de Harry Potter con su juego Quidditch, la cacería de una pelota volando en escobas que volvía locos a los estudiantes y profesores de Hogwarts.
Julio Cortázar encontró expresión literaria en el boxeo. En el cuento “La noche de Mantequilla” un policial que transcurre durante la pelea en que Carlos Monzón demuele al boxeador cubano-mexicano “Mantequilla” Nápoles, el autor detalla lo que ocurre en el ring y el efecto sobre los protagonistas que observan la pelea desde ring side.
La pregunta que subsiste es si lo que domina en la preferencia es el deporte o la pasión por este, ¿qué es lo que tiene mejor prensa? Mucho se ha escrito sobre los hinchas de fútbol. En Argentina hay hinchas de un equipo e hinchas de la hinchada.
“La tecnocracia del deporte profesional ha ido imponiendo un fútbol de pura velocidad y mucha fuerza, que renuncia a la alegría, atrofia la fantasía y prohíbe la osadía. Por suerte todavía aparece en las canchas, aunque sea muy de vez en cuando, algún descarado cara sucia que se sale del libreto y comete el disparate de gambetear a todo el equipo rival, y al juez, y al público de las tribunas, por el puro goce del cuerpo que se lanza a la prohibida aventura de la libertad.”
Eduardo Galeano
![Futbol en la literatura Galeano](https://i0.wp.com/marcelogurbano.com.ar/wp-content/uploads/2021/10/Galeano2.jpg?resize=600%2C375&ssl=1)
Fútbol en la literatura de Fontanarrosa
La pluma local por antonomasia orientada al deporte en la literatura es Roberto Fontanarrosa. Dijo alguna vez: “el público que consume lo mío es gente a la que le gusta lo mismo que a mí. Si a mí en lugar del futbol me hubiera gustado el béisbol, me hubieran leído cuatro personas en Argentina”.
Respecto del fútbol en la literatura, existe un cordón umbilical entre el autor y su deporte favorito. El propio “negro” tenía claro que “me gusta el tema y desde cierto lugar lo conozco, como hincha, como jugador amateur, si tengo que escribir algo de futbol profesional me guío por lo que leo o por amigos que han jugado profesionalmente. Pero el futbol es un lenguaje universal.”
El fútbol tiene la particularidad de prender rápidamente sin grietas. O en todo caso, las grietas se declaran entre simpatizantes de equipos antagónicos, pero el factor común es la pasión por el propio juego, por los colores del club y por la mística propia de su historia. Roberto Santoro ha sido otro de los escritores que sumó amor y pasión por el fútbol cuya obra es pertinente revisar.
Pitada final
La pasión tiene también su mirada detractora en la literatura, o para ser más puros la “contrapasión”. Jorge Luis Borges dijo: “El fútbol es popular porque la estupidez es popular. Once jugadores contra otros once corriendo detrás de una pelota no son especialmente hermosos”.
A Borges le molestaban muchas actitudes populares. Él creía que el fútbol despertaba las peores pasiones. No le fue posible interpretar en su negación que las pasiones no son mejores o peores, lo que se hace con ellas tal vez lo sean. Las hay hermosas como describe Eduardo Sacheri en Cuentos de fútbol, o Mario Benedetti en Puntero Izquierdo, incluso Jorge Valdano ha conseguido expresar de manera literaria sus propias vivencias futbolísticas en sus libros: Sueños de fútbol; “Cuentos de fútbol”; “Cuentos de fútbol II”; y “Los cuadernos de Valdano”.
La inspiración no pide permiso, simplemente sucede. Los escritores tienen muy claro el proceso y, como hemos visto, los afectos, las preferencias, en fin, pasiones como las deportivas, enriquecen el trabajo.
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