En estos días se recuerda a Maradona con un aplauso en el minuto 10 de cada partido que se juega en la Argentina. Un elogio de la emoción, para los futboleros, a los que nos hacía felices con la pelota en sus pies. Hay poesía en hacer jueguito con una naranja que le arrojaron desde una tribuna, hay fervor literario en su sabiduría popular improvisada, en fin, hay un personaje de novela, un héroe y para algunos un villano, capaz de atraer la atención con un carisma salvaje y poco sutil, pero absolutamente preponderante. Una creación genial, solo posible en una novela de ciencia ficción.
En estos días se reviven sus frases.
Diego Maradona ha sido, y es, creo, la figura hegemónica por antonomasia de nuestro país, aún más que el Papa Francisco. No había manera de que su estela pasara inadvertida por todos los estamentos, tanto sociales, como deportivos y hasta políticos.
Había algo de ingenio e improvisación en su pensamiento, como cuando tomaba la pelota y encaraba el área. Todo salía in péctore, muchas veces con poca calibración por el impacto que era capaz de producir. Un día el otrora embajador de Estados Unidos James Cheek, mandó a buscar una tortuga que se le había perdido al hijo en un campo de 3.000 hectáreas. Diego paró la anécdota de pecho y tiró al ángulo: “Se le escapó la tortuga”, en clara alusión a las relaciones argentino-norteamericanas.
«Yo no soy ningún mago: los magos son los que están en Fiorito porque viven con mil pesos por mes»
Diego Maradona
La frase prendió en el lenguaje popular, y se convirtió en dicho. En adelante, a cualquier individuo que sea lento o no entienda lo que está sucediendo, se le habrá “escapado la tortuga”.
Pocos literatos han tenido tanto impacto y sus frases recogidas por la plebe como provenientes de un genio. Estando solo en Cuba, en su etapa de recuperación por sus adicciones, llegó a decir: “Me siento más sólo que Kung Fu”. Síntesis fantástica para describir su emoción frente a la soledad.
En estos días, se ha estrenado Maradona: sueño bendito, una biografía caprichosa y en muchos sentidos reñida con la realidad. Alguna vez dijo: «Tampoco muerto encontraría paz. Me utilizan en vida, y encontrarán el momento de hacerlo estando muerto». En su sabiduría había algo de anticipación, su inteligencia le permitió entrever lo que pasaría con sus entornos, entornos que fueron quizá su mayor debilidad.
Juego de frases
Maradona poeta escribió en el friso del recuerdo: “Cuando dicen que soy Dios, yo respondo que están equivocados: soy un simple jugador de futbol. Dios es Dios y yo soy Diego”. A propósito de otra frase suya muy anterior, un gol con la mano… La mano de Dios. “Ganarle a River es como que tu mamá te venga a despertar con un beso a la mañana”. «La Tota integró la barrera cuando me peloteaban de todos lados»
Otra de sus frases clave, mejor delineadas y más profundas, fue: “Sólo les pido que me dejen vivir mi propia vida. Yo nunca quise ser un ejemplo”. Diego construía los argumentos con la laboriosidad de un escritor, por intuición colocaba correctamente los puntos y las comas, con un acertado uso de la gramática, y con un lenguaje simple y directo.
Supo descubrir arquetipos inolvidables de personas públicas, rascando en detalles que solo él podía describir con gracia y aliño: “Coppola es vivísimo. Fuma debajo del agua”, “Si a Sampaoli le tirás la pelota, te la devuelve con la mano», “El juez Bernasconi es muy rápido: es capaz de meterle un supositorio a una liebre”, “Pensé que venía Berlusconi y me encontré con el cartonero Báez».
En estos días, se recuerda a Diego. La literatura se ha ocupado bastante de él. Esta nota pretende invertir el efecto y mostrar al Diez haciendo literatura. Solo un juego y un homenaje.
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